¿Se puede ser un buen ciudadano en un país en el que las instituciones gubernamentales no dan el ejemplo?



¿Se puede ser un buen ciudadano en un país en el que las instituciones gubernamentales no dan el ejemplo? ¡Y ni hablar de algunos burócratas y acomodados que las encabezan! ¿Acaso los líderes políticos se comportan de tal manera que vale la pena imitarlos o seguirlos?

Definitivamente, sí se puede. Sin embargo, este “sí” es una suerte de salvedad que hacemos para no generalizar. Porque no faltará quien diga: ¡no meta a todo el mundo en el mismo saco, yo me considero un buen ciudadano!

Y es que basta con recorrer cualquier sector de nuestras ciudades y echar un vistazo a nuestro alrededor, para reflexionar sobre lo difícil que es ser un buen ciudadano en nuestro país.

Cada calle, cada plaza, cada acera, han sido convertidas en ferias populares, mercados ambulantes y galerías de tarantines en las que improvisados comerciantes venden de todo. Sí, el rebusque, dirán. ¡La gente tiene derecho a ganarse unos reales para sobrevivir! Entonces, bajo esa premisa, cada calle, cada avenida, cada acera y cada plaza, es de quien lo agarre primero para montar su “emprendimiento”.

A falta de recolección de basura, cualquier lugar es bueno para arrojar los desechos sólidos

Cada propietario de vehículos automotores como carros, buses, camiones y motos, está obligado por la ley a contar con un seguro de responsabilidad civil, que cubra cualquier daño que pueda ocasionar a terceros. Pero producto de la hiperinflación y de la dolarización de la economía, las pólizas son muy costosas para algunas personas, quienes optan por circular sin contar con un seguro que lo ampare a la hora de un siniestro.

Es el drama, por ejemplo, de la mayoría de motorizados. ¿Para qué voy a comprar una póliza?, -dicen- aquí lo que hay que cargar es dólares y pesos en la cartera para resolver amistosamente con la policía cualquier eventualidad. La solución aplica también para los que circulan sin licencia de conducir, sin certificado médico, sin comprobante de pago de impuestos municipales y sin extintor de incendios. “Pago express”, le llaman. Y vuelva a meter más plata en la cartera, porque más adelante, a unos 300 metros, hay otro punto de control policial.

En pleno pico de la pandemia, en enero, este era el escenario para para el pago de impuestos en Táriba

Los conductores estacionan sus vehículos donde quieren y como quieren, incluso en doble fila. También circulan en contravía y no se detienen en ningún semáforo de los pocos que aún sirven. Algunas personas trancan cuadras completas para que sus pequeños jueguen en sus piscinas e inflables, o para montar un hervido dominical, con dominó y sonido incluido. Y no pasa nada.

Varios vertederos improvisados arden con frecuencia en el sector Tucapé de la autopista

Las calles se volvieron una jungla en la que mandan los más fuertes. Sólo así se entiende cómo es que circulan automóviles sin placas y, en muchos casos, sin ningún documento que justifique su propiedad. Y no es sólo el caso de vehículos particulares. Resulta que muchos vehículos oficiales, (sí, del gobierno), carecen de placa, de póliza de seguro y de documento de propiedad. Y su responsable se abre paso en cada puesto policial “a punta de chapa”, mostrado un carné.

La frontera se cruza por trochas. Y, a cambio de un pago, los usuarios pueden pasar mercancías de todo tipo

De la disposición de basura ni hablar. Algunas ciudades como San Cristóbal, otrora capital de la cordialidad, se han convertido en enormes basureros. Y Táriba no se queda atrás. Pero cómo no va a ocurrir esto si el único vertedero de desechos sólidos de la región, que mancomunadamente debería servir a varios municipios, es objeto de un eterno conflicto de orden político y económico que le impide funcionar con normalidad. Y periódicamente cierra sus puertas durante semanas o meses.

Los productos colombianos llegaron para adueñarse de calles y aceras

Entonces los pocos camiones recolectores que aún existen, dejan de operar y prestar el servicio y la gente opta por lanzar sus bolsas de basura en cualquier lugar, menos frente a su hogar. Para colmo, existen testimonios bien sólidos de que camiones recolectores de algunas alcaldías han sido sorprendidos arrojando su carga en los alrededores del Faro de la Marina, debajo del puente de la autopista y en improvisados vertederos ubicados en Tucapé y Caneyes, que constantemente están ardiendo y contaminando a San Cristóbal, Cárdenas y Guásimos.

Nadie respeta la luz roja. Los semáforos que aún sirven parecen estar de adorno

Sobran los ejemplos y los relatos para entender por qué es tan difícil ser un buen ciudadano en nuestro país. Por más que en cada hogar nos propongamos brindarle una educación sólida y de principios a nuestros hijos, la calle es otra cosa. Y bien marcante. En otra entrega profundizaremos un poco más sobre el asunto.




 

 

 

 

 

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