La dignidad como política de Estado
Por Violeta Villar Liste. -
Les voy a contar otra historia
En estos días, recordé un episodio que viví y ya me había puesto a pensar en la relación de las personas con los alimentos y, en particular, con la dignidad. En una panadería de la venezolana Barquisimeto, un señor mayor, quien de manera frecuente pedía en la entrada para comer, me solicitó una colaboración. Lo vi y le dije: Siéntese y desayune.
El señor se asombró pero no solo se sentó: Ya no era un hombre encorvado sobre un bastón. Cambió la voz. Se irguió, miró al camarero y le solicitó su "café sin azúcar y la empanada baja en sal, porque yo me cuido, ¿sabe?”, dijo, mirándome a mí, con lo cual me quedó muy claro que si las personas pueden escoger, no aceptarán cualquier cosa, y menos si se trata de un alimento, así la vida los exponga a vivir en la calle o en situaciones de vulnerabilidad.
Se llama dignidad y es una condición humana. Nadie la pierde. Se transforma en resiliencia cuando los ambientes son extremos. En condiciones de normalidad, toda persona aspira a ser tratada con dignidad.
Me he quedado pensando en esta dimensión de la dignidad. Debería ser una política de Estado: cuando se construyen casas dirigidas a las clases populares, se entregan alimentos a familias de bajos recursos, se ofrece asistencia médica o educación pública.
Si la dignidad de las personas se inserta como un valor transversal en toda política pública o privada, y en nuestro trato diario, construiremos ciudadanía y será el camino hacia una sociedad empática, más humana y más justa. Una sociedad que se sienta a la misma mesa.
#Lailustración es de Pixabay
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